Un partido de la nueva derecha deberá seguir impulsando las reformas y contener a la derecha mercantilista y la izquierda para que no sigan arruinando el país. Nuestro país exige un nuevo sistema democrático con reglas claras y justas.
Nuestro sistema democrático está herido de muerte. Pocos se han dado cuenta de tal situación. Es una crisis política donde muchas voces proponen nueva vacancia presidencial. Esta vez le tocó al recién proclamado Presidente Pedro Castillo.
Comencemos por señalar que esta salida por sí misma no arregla nada. La mayoría está equivocada si creen que cambiando de presidente define un nuevo rumbo para el país. Castillo no es el problema sino la arquitectura institucional.
Sus reglas de juego están falladas de fábrica; no son justas ni claras. La izquierda intuye el problema pero su solución es la peor de todas. Piensa que con una Asamblea Constituyente se arregla la realidad. Eso no es cierto. La va empeorar.
Primero, porque es muy caro y lento el proceso para tener una nueva constitución.
Aproximadamente 16 meses como en Chile. Y cuál sería el resultado: nuevas reglas de juego con nueva incertidumbre y con un país paralizado en medio de una crisis política.
Segundo, la legitimidad de la proclamación de Pedro Castillo está de luto.
Medio país no lo ha perdonado por muchas evidencias: a) maniobras fraudulentas en la segunda vuelta, b) por el dinero mal habido de una campaña afectada por la banda delincuencial “Dinámicos del Centro”, c) por tener de consejero político al secretario general del Partido condenado por corrupción, d) por nombrar al Presidente del Consejo de Ministros investigado por apología del terrorismo y e) por sus ministros que no tienen trayectoria profesional, sino que son acusados de guerrilleros, admiradores de Cuba y Venezuela, y expulsados de la policía, y de la fiscalía. En resumen, son un desastre como conductores del país.
Si tan fácil se lo pone a la oposición política para sacarlo a Castillo del poder, me temo que la vieja derecha está cometiendo un error estratégico. Esta se ha pasado criticando al adversario semana tras semana, sin darle al país un proyecto, una visión, una esperanza, una salida.
La vieja derecha activó las calles.
La vacancia no es la solucion
Mítines tras mítines, sábados y domingos, calentando las calles con gritos y banderas, todos unidos. Todos recargados. Todos iluminados. Un hipo de alegría que acaba cuando se van a sus casas.
El adversario, estando en el poder, observa, diseña, y mueve las fichas del ajedrez político. Para comenzar, está implementando las milicias urbanas con organizaciones de ronderos. Nombra funcionarios de confianza que son en realidad activistas con presupuesto y fajín. Y qué hace el adversario: recogiendo firmas para conseguir un “NO” a la Asamblea Constituyente mientras tanto el adversario de Palacio coloca minas al campo de batalla. Si esa es la estrategia, ya perdimos todos.
No es suficiente con ser crítico al adversario. Uno debe ir con una estrategia ofensiva que lo obligue a retroceder y defenderse. Eso significa, en estas circunstancias, tener un alternativa propositiva.
La gente que votó por Castillo no lo hizo por el comunismo sino por oposición a Keiko Fujimori quien representaba el inmovilismo político y económico. Simbolizó en la segunda vuelta “todo queda como está”. Y como proyecto político está en la congeladora. La derecha no tiene una representación efectiva que nos defienda del comunismo. Al comunismo no se le gana con un “NO” sino con un “SI”
No será suficiente vacar a Castillo, más bien será una torpeza si lo pretende llevar a cabo. La contrapropuesta al adversario tiene que ser totalmente distinta. A la vacancia se le acompaña de un conjunto de reformas liberales. Empezando con reconocer que la disyuntiva no es entre comunismo y socialismo blando, sino entre comunismo y liberalismo. Es lo natural. No se escoge entre economía social de mercado o economía popular de mercado. Lo que pide la población que votó por Castillo es muy diferente de ambos: quiere una economía con gobierno limitado que le permita trabajar en calles seguras.
La vieja derecha no puede ejecutar esta estrategia porque es la que nos llevó a esta crisis política al no realizar las reformas en su momento. Son esencia socialistas blandos. Nuevas caras y nuevo mensaje es creíble para el electorado de derecha y los que votaron por Castillo.
La nueva derecha está representada por aquellos que no acusan a los electores de Castillo de comunistas, que aportan un conjunto de reformas liberales para eliminar esa percepción del 80% de los peruanos que consideran que la economía está manipulada para favorecer a los ricos. También interpreta que los principales problemas de la población pasan por darle una economía de mayores ingresos, calles seguras, abundantes empleos y negocios, educación y salud de calidad y pensiones altas.
Si la nueva derecha aparece con este proyecto país, en el actual escenario político, ya no será suficiente con que Castillo sea vacado sino que deberá liderar un cambio profundo del país. Deberá enfilar sus baterías para convocar nuevas elecciones y autoridades electorales, haciendo que sus representantes en el Congreso deroguen las leyes anticuadas e injustas como la Ley Orgánica de Elecciones, y de Organizaciones Políticas, para que permitan la libre competencia de nuevos partidos y actores políticos. También para reemplazar los distritos electorales por uninominales, contabilizar el voto nulo y blanco, entre otras reformas políticas.
Los próximos meses son cruciales. El nuevo gobierno post Castillo deberá llevar a cabo un conjunto de reformas que limiten al gobierno a sus funciones de justicia, seguridad y obras públicas, restableciendo el mercado libre mediante desregulaciones, y privatizaciones y masificando la propiedad privada para todos los peruanos. El Perú quiere abandonar el socialismo.
Debe quedar claro que no solo será suficiente con vacar al Presidente Castillo. Un partido de la nueva derecha deberá seguir impulsando las reformas y contener a la derecha mercantilista y la izquierda para que no sigan arruinando el país. Nuestro país exige un nuevo sistema democrático con reglas claras y justas.