Apenas se escuchan los acordes de la bicameralidad y algunos parecen dispuestos a bailar al ritmo. Después de todo, es una melodía que resuena en los grandes salones de Brasil, Argentina, Colombia y más allá. Sin embargo, la mayoría de peruanos parece preferir una melodía más sencilla, el ritmo directo del sistema unicameral. La pregunta es, ¿estamos bailando al son que nos tocan o estamos eligiendo la pista de baile?
El sistema bicameral, en papel, suena como una sinfonía perfecta. Nos promete un mayor control, una representación más amplia y hasta la moderación de una segunda cámara. Y sin embargo, nos resistimos. ¿Es porque estamos enamorados de nuestro sistema actual, o es que vemos el elefante en la sala? Un elefante que no puede esconderse detrás de las cortinas de un sistema bicameral.
Lo que nos guste o no de nuestro parlamento, el problema no reside en el sistema unicameral, sino en el elenco de personajes que caminan por sus pasillos. Los politiqueros, que parecen estar más interesados en sus propios guiones que en el libreto del bien común, dominan la escena. ¿Y qué pasaría si implementamos un sistema bicameral con estos mismos actores? Probablemente lo mismo, pero a una escala mayor.
Entonces, ¿es la bicameralidad la solución que necesitamos o simplemente una ilusión para desviar nuestra atención del verdadero problema? ¿Deberíamos dar un paso más allá e implementar un parlamento de doble cámara, o centrarnos en cambiar la calidad del elenco? La respuesta es tan evidente que duele.
El problema no es el número de cámaras, sino la calidad de los actores políticos que las habitan. La implementación de un sistema bicameral no cambiará la trama ni mejorará la calidad del espectáculo. En cambio, una reforma en la ley de partidos políticos y un nuevo sistema electoral podría ser el cambio de guión que tanto necesitamos.
Imagina por un momento un parlamento donde los miembros son seleccionados por su habilidad para representar a la gente y no por sus dotes para el melodrama. Un lugar donde los líderes trabajan por el bienestar de la nación y no por sus propios intereses. Este es el tipo de cambio que un nuevo sistema electoral podría traer, un cambio que la bicameralidad no puede garantizar.
En este escenario, no importaría si el parlamento es unicameral o bicameral. Lo que realmente importaría sería la calidad de los políticos y su compromiso con el bienestar de la nación. Y hasta que no podamos garantizar este cambio, la bicameralidad seguirá siendo una distracción y no una solución.
Así que antes de que nos dejemos llevar por la melodía de la bicameralidad, debemos preguntarnos: ¿necesitamos más cámaras o necesitamos un mejor elenco para nuestra obra política? Yo diría que la respuesta está bastante clara. Mientras esperamos que se levante el telón para el próximo acto de nuestro drama político, recordemos que un buen espectáculo necesita más que un escenario espectacular. Necesita un elenco estelar.
Y en eso, aún tenemos mucho trabajo por hacer. No nos dejemos deslumbrar por el encanto de la bicameralidad, pues al final del día, una cámara o dos, el escenario será el mismo. Y el espectáculo, bueno o malo, dependerá de la calidad del elenco que lo protagonice. Y ahí, queridos espectadores, es donde debemos poner nuestro foco. No en cuántas cámaras hay, sino en quiénes las ocupan. La elección está en nuestras manos. ¿Escogeremos el camino fácil o nos atreveremos a cambiar el guion? La decisión es nuestra.
Por lo tanto, te invito a unirte a los liberales clásicos, un grupo que se niega a quedarse en el asiento de los espectadores. Juntos, podemos analizar, debatir y decidir qué tipo de sistema parlamentario queremos para nuestro país. ¿Estaremos a favor de la bicameralidad, o insistiremos en la eficacia de nuestro sistema unicameral?
Pero lo más importante es que podemos aprovechar este debate para tratar un tema aún más crítico: la necesidad de eliminar la ley de partidos políticos y reformar el sistema electoral. ¿No sería maravilloso contar con parlamentarios que sean verdaderos representantes del pueblo, y no simples politiqueros buscando su propio beneficio? Imagina un parlamento en el que los intereses de la nación sean la única agenda.
Por eso, te invitamos a que te unas a nosotros, los liberales clásicos, en esta lucha. Hagamos del debate sobre la bicameralidad una plataforma para abordar las reformas que realmente importan. No importa cuántas cámaras tengamos en el parlamento, siempre y cuando las personas que las ocupen sean dignas de la confianza y el respeto del pueblo.
Porque en última instancia, no importa si el escenario tiene una o dos cámaras. Lo que importa es la calidad del espectáculo que se presenta en él. Y eso, queridos amigos, depende de nosotros. Entonces, ¿te unirás a nosotros en este importante debate? La invitación está abierta, y la última palabra la tienes tú.